–¿Qué tal?.

–Es curioso que una pregunta de sólo dos palabras me haga sentirme tan
confusa. Te diría que estoy bien, porque no quiero preocuparte y de
todos modos tampoco creo que te importen mis dolores de cabeza. Y,
de todos modos, si te digo que estoy mal, que a veces aprieto los
dientes por no llorar, que aparto la mirada hacia la ventana o el suelo
cuando no lo logro, no conseguiré dejar de sentirme invisible. No dejaré
de dar vueltas en la cama todas las noches pensando en si en algún
momento alguien se fijó en mi desde un principio. No me sirve de
nada decirte que me siento como una sombra, o a lo mejor ni eso, ¿para
qué contarte lo insignificante que me siento? Es más, puede que incluso
te parezca una estupidez, pero tu no estás en mi piel. Grito desde dentro,
silenciosamente hacia afuera para que nadie venga y me pregunte otra vez
"¿Qué tal?" o cosas parecidas.